Agradecemos a la Dra. Laura Rey por su tiempo y la buena disposición.
Es Arqueóloga y, además, cuenta con una beca postdoctoral CONICET.
En relación a tu profesión, ¿qué fue lo que te motivó a elegirla? ¿Cómo fue tu experiencia transitando la carrera como mujer? ¿Volverías a elegirla?
-Siempre sentí mucho interés por nuestro pasado y las diferentes culturas y paisajes que existen y existieron. De chiquita ya jugaba a ser exploradora (entre otras cosas, era una nena medio inquieta). Me gustaban mucho los museos, documentales y sitios arqueológicos. Me crié en Tandil, un lugar con sierras muy antiguas, habitadas desde hace mucho tiempo y dónde no era raro encontrarse puntas de flecha, por ejemplo. Sin embargo, para estudiar, elegí inicialmente otra carrera (ya volveré sobre esto) y me mudé a Buenos Aires. Cuando finalmente me anoté en Cs. Antropológicas con orientación arqueológica, fue en la UBA. Se cursa en Filosofía y Letras, ahí en la sede Puan. Afortunadamente, he transitado toda mi carrera junto a un grupo de compañeros/as (hoy en día colegas) muy lindo y abierto en cuestión de género. A su vez, me integré a dos equipos de investigación arqueológica desde muy piba. Uno dirigido por una arqueóloga (la Dra. Gordillo), de quién he aprendido mucho y se ha convertido en una gran referente a nivel profesional y humano. En cuanto al otro equipo (el Proyecto Pallqa, dirigido por el Dr. Vaquer), tuve la experiencia de integrarlo desde sus inicios, un proceso de aprendizaje muy horizontal y ameno, del que estoy muy agradecida. Desde luego que volvería a elegir todos estos espacios, oportunidades, compañeros/as y directores/as. Pero sé que no todas mis colegas contaron con el mismo tipo de experiencia, ¡y ni hablar las generaciones anteriores de arqueólogas! Ellas tuvieron que hacerse lugar en un entorno muy machista y ocupar roles históricamente masculinizados. Mujeres valientes que verdaderamente rompieron esquemas. De estos esquemas aún sobreviven algunas cuestiones. Por ello hoy en día milito para que cada vez sean más quienes puedan crecer profesionalmente en entornos igualitarios.
Mientras te encontrabas transitando tus estudios, ¿Alguna vez pensaste en dejarlos por sentirte menospreciada? ¿En alguna ocasión te hicieron sentir diferente por ser mujer?
- Bueno, es curioso como la vida va cruzando caminos. Que ustedes, estudiantes de una técnica en informática, me pregunten esto me parece clave para cerrar un ciclo que tenía inconcluso desde hace tiempo. Una de las cosas que más me apasionaba en la adolescencia era la computación, específicamente el armado y reparado de computadoras y la instalación de redes. Como no tuve la oportunidad de inscribirme a una escuela técnica (en esa época, en el interior, eran muy pocas las mujeres que lo hacían y mi familia no estaba de acuerdo con ello), empecé como autodidacta y luego hice muchos cursos. En estos cursos siempre era la única chica y más de una vez me sentí burlada o menospreciada por mis compañeros. Fue en esa época cuando me empecé a interesar por la electrónica. De hecho, me vine a Buenos Aires a estudiar Ingeniería Electrónica en la UTN en el 2007. Abandoné ese proyecto cuando noté que algunas cosas que venía padeciendo se replicaban en el entorno académico y que en el ámbito laboral la desigualdad de género era muy fuerte. Elegí no pelear esa batalla, me sentía sola y que no tenía las herramientas. Hoy en día se que las cosas están cambiando, y en gran parte es gracias a las mujeres que, como ustedes, lucharon y luchan por visibilizarse y ganar estos espacios.
Preguntas 3 y 4: las responderé juntas ya que están muy relacionadas.
En relación a los trabajos actuales o anteriores, ¿Sos igual de reconocida que tus compañeros hombres? ¿Qué es lo que más te gusta de tu/tus trabajos?
En relación a la Ciencia y la Tecnología, ¿Consideras que la mujer se encuentra en iguales condiciones personales, profesionales y laborales que los hombres?
-En términos de reconocimiento en sí, no siento que haya una diferencia respecto de mis colegas hombres. Al menos no entre colegas de la misma generación o trayectoria académica en Arqueología. Hoy en día tengo un doctorado y comencé a armar mis propios proyectos y campañas de investigación. Al igual que muchos/as colegas, para ello cuento con una beca posdoctoral CONICET. Pero sé que, según las últimas estadísticas, aún existe algo que se denomina "techo de cristal". O sea, una estructura que concentra la mayor cantidad de mujeres científicas en la base mientras que los puestos de mayor categoría siguen siendo ocupados por científicos hombres. Por ejemplo, si bien entre 2008 y 2018 incrementó el número de mujeres arqueólogas que ingresó a la carrera científica de CONICET (CIC), la mayoría aún se mantiene en categorías inferiores (es decir, no pudieron promocionar o ascender aún). También se percibe esto con el porcentaje de directores de beca (el 57% son arqueólogos hombres). A su vez, en los últimos años, a nivel internacional y nacional se han comenzado a visibilizar casos sistemáticos de discriminación, acoso laboral y acoso/abuso sexual en la profesión, mayoritariamente dirigido a mujeres y disidentes. Esto último también marca una diferencia sustancial y da cuenta de la vulnerabilidad a la que estamos expuestas.
En cuanto a la práctica profesional, quizá la mayor diferencia radica en términos de derechos laborales y las particularidades de las mujeres gestantes. En mi caso particular, nunca pensé en ser madre y reconozco que esto me facilitó tanto la cursada de la carrera como mi formación como investigadora. Durante el doctorado pude asistir a cada curso, seminario, congreso o campaña que haya requerido para formarme. A veces esto implica ausentarse mucho tiempo del hogar, sobre todo durante las campañas arqueológicas. Inclusive la cuarentena fue una instancia que pude aprovechar para terminar de escribir la tesis, algo que para muchas amigas madres fue muy difícil de sostener debido a que los espacios laborales se mezclaron con los familiares. El 2020 evidenció aún más estas desigualdades, y es importante que los organismos para los que investigamos las tengan en cuenta. Sobre todo entendiendo que el sistema académico nos mide y evalúa por la productividad académica, algo no siempre posible de mantener. Al menos no todos/as por igual según los estándares y plazos que se exigen.
En cuanto a qué es lo que más me gusta de mi trabajo, tiene relación con lo anterior. Una
de las instancias que más disfruto de mi profesión es el trabajo de campo. Ya sea una
campaña de prospección (exploración), excavación o registro, todas son instancias
motivadoras. El tema es que, sinceramente, son físicamente desafiantes para cualquiera. A
veces trabajamos en ambientes muy extremos (en invierno a 4000 msnm en la puna, por
ejemplo). Cuando nos vamos por varias semanas es inevitable que coincida con nuestro
ciclo menstrual y lógicamente esto afecta a nuestro rendimiento o, al menos, al rendimiento
de los cuerpos científicos que siempre se piensan en abstracto y, muchas veces, como
homogéneos. Recién en este último tiempo empezamos a visibilizar y reconocer
públicamente (en espacios de diálogo y escucha que estamos creando) estos y otros temas.
Luchar por una igualdad de derechos implica, en primera instancia, empezar a
reconocernos y visibilizarnos a nosotras mismas como mujeres científicas, desde nuestras
particularidades no sólo de perspectiva, sino también corporales. Entender que nuestra
experiencia es distinta en varios aspectos (este sólo fue uno de los tantos ejemplos) es muy
importante. En nuestra disciplina, a su vez, pensarnos en el presente y en los roles que
ocupamos, es un puntapié para pensar también en las mujeres del pasado. Durante
décadas fueron invisibilizadas en las interpretaciones arqueológicas. Son realmente
impresionantes las relecturas que estamos haciendo ahora sobre el pasado, un pasado que
se nos narró históricamente desde una perspectiva masculina y con el hombre como
principal promotor de las acciones y cambios.
En caso de responder NO a la pregunta anterior, según tu percepción ¿Cuándo sentís que las condiciones se igualarán?
-Creo que, respecto de momentos anteriores (como el monitoreado por las colegas Bellelli, Berón y Scheinsohn en el 1993) se perciben algunos cambios graduales en el sistema académico-científico, al menos en lo que atañe a la Arqueología. Pero aún queda mucho por hacer. El cambio más significativo, hasta ahora, radica en que el tema está en agenda. Esto fue producto de muchos años de lucha, de intentar visibilizar lo que nos estaba pasando como científicas. Que ahora se hable y se discuta sobre las desigualdades de género es importante, no sólo por las medidas que se puedan tomar al respecto sino y, sobre todo, porque nos posiciona como colectivo. Las carreras científicas y tecnológicas (más allá de, a veces, trabajar en equipo) son muy solitarias y competitivas. Y no es lo mismo pensarse como individuo que como parte de un grupo mayor que comparte experiencias, aptitudes particulares y vulnerabilidades. Es muy difícil contar un caso de acoso o abuso, por ejemplo, si no hay otra que te escuche y se vea reflejada en tu historia. Que ustedes me entrevisten a mí y a otras científicas para su página, tiene que ver con esto. Nos estamos reconociendo como colectivo. Aprendiendo de la trayectoria de la de al lado; identificando las injusticias que nos obstaculizaron la vida profesional históricamente. Acá no importan tanto los diferentes campos disciplinares (si sos arqueóloga, química o ingeniera) sino que, de una manera u otra, estamos en la misma página y sabemos que si queremos cambiar esta historia lo tenemos que hacer juntas. No sé cuándo vamos a lograr un sistema verdaderamente igualitario y con normativas sensibles a las particularidades de género pero, sin dudas, estamos camino a ello.
¿Qué recomendarías a las mujeres que quieren estudiar y/o trabajar una carrera relacionada a la Ciencia y la Tecnología?
-Que lo hagan, que se animen a ser parte de este cambio que estamos proponiendo. Que la única forma de construir una ciencia plural e igualitaria es ejerciéndola. Que nunca duden de sus capacidades. También les recomendaría que escuchen a sus compañeras y profesoras. Que aprendan de esos recorridos. Finalmente, y lo más importante, que se informen. Hoy en día, la mayoría de las universidades e instituciones cuentan con protocolos de denuncia para casos de acoso, abuso y/o discriminación. Conocer las normativas y protocolos de las instituciones donde estudiamos y/o trabajamos es clave, ya que alguna vez podrían serles útiles a ellas o a sus amigas/os. Recuerden que no estamos solas y que, gracias a muchas compañeras, ya tenemos herramientas.